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Homo Ludus (Spanish edition) - стр. 29


rentable para los militantes islamistas, que más tarde fundaron todo un cuasi- estado. Y aunque los propios canales de suministro se formaron en los primeros años del gobierno de Sadam Husein, cuando se impusieron a Irak las sanciones internacionales tras la fallida intervención en Kuwait, obligándole a vender petróleo por alimentos a bajo precio, entonces estos canales empezaron a financiar realmente el terrorismo.

Vincent les compraba y lo introducía de contrabando en Europa, vendiendo las materias primas en la bolsa de Rotterdam bajo la apariencia de turco. Mucha gente lo sabía, tanto en la CIA como en los servicios de inteligencia europeos, por no hablar de los turcos, y todos estaban contentos con ello. Pero no convenía a los competidores de BritishDutchShell, que encargaron a Vincent. Esa vez tuvo suerte. Se encontró con Gustave en las ruinas de la ciudad vieja.

– Hay muchas cosas extrañas en el mundo. – Gustav lo dijo con una especie de interés experimentado, como suelen decir los biólogos abstrusos sobre las nuevas especies de animales. – Una parte del planeta, por ejemplo, siempre está intentando salvar animales. Y si al principio todo empezó con especies raras, ahora alguien intenta salvar a todos los animales, incluso, por ejemplo, a esos lobos que se criaban en cautividad para hacer con ellos un abrigo de piel… Y una vez estuve en Nepal. Entonces hay una fiesta en la que cientos de animales – ovejas, cabras – son sacrificados. Masivamente. Ni siquiera son docenas. Son cientos. Y para nada. No para obtener pieles o carne. Sólo por nada. Como una tradición… -los ojos de Gustav estaban completamente calmados- con la misma expresión podía hablar de las vacaciones de los niños en Nochevieja, y de la instalación de plataformas de perforación en el océano, y de los campos de concentración nazis -sólo como una presentación de información, y entonces podías observar la reacción del interlocutor: mientras estuvieras sentado sin emociones, estabas abierto; si el interlocutor sentía algo, tú mismo lo sentirías inmediatamente. Así se entendía a los demás y era más fácil manipularlos.

En ese momento Vincent recibió una llamada telefónica. Tenía que irse. Volaba a Estambul esta noche para una reunión. Valía la pena negociar sobre el futuro, y sólo una cabeza fresca lo haría.

"¿Otra vez borracho?" – A Gustav no le importaba mucho, más bien se preguntaba cuánto tiempo se podía conducir borracho por las carreteras de Krakozhin en un coche caro.


"El destino favorece a los valientes", dijo el español, mirando a lo lejos. Y era evidente que para él no se trataba sólo de palabras, ni de confianza en sí mismo. Para él es el orden de las cosas en la vida. "Un dicho latino", añadió. – "Los romanos sabían ganar". Un par de minutos más tarde, Vincent estaba fuera de la casa, en dirección a su Chrysler 300C.

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