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Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha - стр. 3

, a la que se dirigió a toda prisa. Estaban en la puerta dos mujeres mozas, de esas que llaman de mala vida, que iban a Sevilla. Como don Quijote se imaginaba que todo lo que veía era igual que en los libros de caballería, al ver la venta le pareció un castillo y las mujeres, dos hermosas doncellas[14] que estaban divirtiéndose. Las mozas, al ver venir a un hombre armado de esa forma, se asustaron y salieron corriendo. Don Quijote intentó tranquilizarlas con esas palabras:

–No huyan vuestras mercedes, pues la ley de caballería me impide hacer el mal, y menos aún a tan hermosas doncellas.

Cuando las mozas oyeron que las llamaba doncellas, a ellas que habían conocido ya muchos hombres, no pudieron contener la risa. Y cuanto más reían ellas, más se enfadaba don Quijote.

En esto, apareció el ventero y, teniendo que el enfado moviera a tan extraño caballero a usar las armas, le dijo:

–Si vuestra merced, señor caballero, busca posada, aquí encontrará de todo menos cama, porque no hay ninguna.

Don Quijote le respondió:

–Para mí, señor castellano[15], cualquier cosa me basta, porque mis ropas son las armas y mi descanso el pelear.

El ventero ayudó a don Quijote a bajar del caballo y le ofreció luego algo de pescado para la cena. Le atendieron las don mujeres, que antes ya habían ayudado al caballero a quitarse las armas. Sorprendido, dijo don Quijote:

―Nunca un caballero fue
de damas tan bien servido,
como lo fue don Quijote
cuando de su aldea vino:
doncellas cuidaban de él;
y princesas, de su rocino.

Pero lo que más le preocupaba era no verse armada caballero, pues pensaba que no podría comenzar ninguna aventura sin recibir la orden de caballería.

Capítulo III

Don Quijote es armado caballero

Preocupado con este pensamiento, llamó al ventero. Se encerró con él en la caballeriza[16], puso de rodillas y le dijo:

–No me levantaré jamás del suelo, valeroso caballero, hasta que me conceda el deseo que quiero pedirle.

El ventero le dijo que así lo haría y don Quijote siguió su discurso:

–No esperaba menos de vuestra merced. El deseo que os pido es que mañana me tenéis que armar caballero. Esta noche en la capilla de vuestro castillo velaré las armas[17] y mañana se cumplirá lo que tanto deseo, para poder ir como se debe por las cuatro partes del mundo buscando las aventuras en favor de los necesitados.

El ventero enseguida se dio cuenta de que estaba loco y, para divertirse, le siguió la broma. Le hizo creer que su deseo era muy acertado, muy propio de los caballeros tan importantes como él. Le dijo también que en su castillo no había capilla donde velar las armas, pero que podía hacerlo en el patio del castillo y por la mañana se harían las debidas ceremonias.

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