El Airecito – Сквознячок - стр. 4
La Torre quería seguir criticando un poco más a Airecito, pero en este momento se ha dado cuenta que han llegado a la Plaza unos obreros. Ellos se dirigían hacia ella y estaban equipados con todo lo necesario para cumplir con la orden del Gobernador y destruirla. Al verlos la Torre ha dado un aullido de horror.
– ¡Basta de quejarte! ¡Todo ira genial, ya verás! – ha dicho Airecito saltando abajo desde el parapeto donde estaba sentado.
Se ha dirigido hacia los obreros que se acercaban cada vez más y de repente se ha puesto a aullar, arremolinarse y dar saltitos alrededor de esos hombres. También gritaba fuerte a sus oídos y pegaba unos alaridos terribles:
– ¡Yo soy el espíritu rebelde de un bandido! ¡Oooh!!! ¡Yo soy un malvado sanguinario, el Fantasma de la Torre! ¿Quién se atreve a quitarme mi eterno hogar? ¿Quién es el valiente que se atreve a destruir la vieja Torre? ¡Yo, el espíritu terrible, iré a vivir a la casa de este atrevido!
Luego Airecito persiguió a uno de los obreros que se ha echado a correr y chilló sin piedad a sus oídos:
– ¡Yo soy un malvado, mi nombre es Barba Azul! Advierto a todo el que se atreva a hacerle daño a la Torre que me mudaré de esas murallas destruidas a vuestras casas. ¡Y entonces se acabarán la felicidad y la paz en vuestras familias! Solo quedarán las amargas lágrimas de vuestras mujeres y niños…
Todos los obreros se fueron aterrorizados. Airecito estaba que brincaba de la emoción y ya no era capaz de calmarse. Se armó de más valor y voló hacia la casa del Gobernador. Allí se ha colado al dormitorio y con unos gritos y ululatos en seguida ha despertado al Gobernador que ya estaba temblando de miedo.
– ¿¡Así que tú eres el Gobernador, el bobo que ha emitido un decreto más estúpido que jamás se ha visto?! ¡Tú has ordenado derrumbar a la vieja Torre, pero no sabes que ella ha servido de refugio para las almas desamparadas de muchos y muchos malvados que han vivido en esa torre en los tiempos pasados! ¡Si tú destrozas la Torre, todas esas almas nos quedaremos sin hogar y vendremos a vivir aquí, en tu dormitorio! ¡Y entonces nunca más sabrás que es la calma!
El Gobernador despertó de su tranquilo sueño debido a esos gritos y primero pensó que era una pesadilla. Pero en cuanto se ha dado cuenta que era realidad, se ha echado la manta encima, aunque ha visto enseguida que de esa manera tampoco podía esconderse de Airecito. Entonces se ha levantado de la cama de un salto y se ha dirigido corriendo a la Plaza para leer a la gente de la ciudad un decreto nuevo.