Homo Ludus (Spanish edition) - стр. 4
"Sabes, me preocupaba llegar tarde y hacerte esperar."
"No. ¿Qué eres? Casi acabo de llegar". – contestó la chica, y luego miró involuntariamente a la mesa. Sobre ella había tres vasos de agua vacíos, manchados cien veces y por todos lados por los dedos y con marcas de carmín en los bordes. "¡Qué tonta! – pensó. – Ahora pensará que o miento o bebo agua como un camello… Y luego está esa horquilla… Ya me he pegado medio escupitajo intentando arreglarla. No puedo creer que me olvidé de eso. El lápiz labial
también. La mitad sigue en las gafas. Es tan barato. Debo haberlo limpiado de mis labios. ¡¿Se supone que tengo que maquillarme delante de él ahora?!"
"¿Cómo está tu artículo? ¿Está bien?" – preguntó Gustav. Su aspecto mostraba que todo iba bien, y cada una de sus palabras rebosaba calma y confianza.
Catherine sonrió: "No pasa nada… De hecho, el editor estaba encantado. Han decidido ponerlo en la sección principal del próximo número… Nunca en mi vida he conocido a nadie capaz de hablar de algo de forma tan interesante. ¿Cómo demonios sabes tanto de perros?".
Gustav le devolvió la sonrisa, entrecerrando ligeramente los ojos. Parecía muy hermoso y atractivo. Era como si compartiera la luz del sol y el calor en una sombría cueva de hielo con gente que había olvidado lo que era la alegría.
"Kathryn, es una larga historia… Pero, en pocas palabras… Hace unos años vivía en Canadá, cerca de Montreal. Tenía una casita junto a un bosque, y un centro canino a mi lado. Una noche no podía dormir. No sé por qué. Simplemente no podía dormir. Pensé, bueno, al menos voy a dar un paseo. Tomar un poco de aire fresco. Es mejor que estar tumbado en la cama… Me vestí, salí. Y entonces oí unos ladridos. Veo un cachorro. Es sólo un cachorrito. Está tumbado en mi valla. Un cachorro labrador. Es pequeña, de color pálido. Por lo visto, se escapó del centro… Pero yo no podía devolverlo, o más bien a ella, claro… Pero tenía que ir a pedirles consejo todo el tiempo. Y los especialistas de allí resultaron ser, ya sabes, de qué clase. Lo he estado haciendo desde entonces.
La chica le escuchaba con la boca abierta. Era tan agradable darse cuenta de que había sucedido por el feliz destino. Era tan agradable darse cuenta de que había sucedido por casualidad. Y que esa casualidad les había unido por fin a ella y a él.
"¿Dónde está ese perro ahora?"
"Catherine". Conmigo, claro que sí. Dónde si no… Oh, y tengo que pedirte un favor…"
Sonó el teléfono.
La chica buscó frenéticamente su bolso. A mitad de camino, por fin recordó que su teléfono móvil estaba en otro bolsillo. Hablar no sería necesario, pero era su padre.