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Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha - стр. 7

–Señor caballero ―respondió un mercader―, ruego a vuestra merced que para no equivocarnos afirmando una cosa jamás vista ni oída por nosotros, nos muestre algún retrato de esa señora. Que aunque en su retrato aparezca tuerta[28], por complacer a vuestra merced diremos en su favor todo lo que quiera.

–No es tuerta, canalla ―respondió don Quijote lleno de ira―; no es tuerta ni encorvada[29], sino bien derecha. Pero ¡vosotros pagaréis esta mentira que dicho contra una belleza como la de mi señora!

Terminó de decir esto y atacó con la lanza al mercader con tanta furia que si Rocinante no tropieza y cae, lo hubiera pasado mal el atrevido comerciante.

Cayó Rocinante y su amo fue rodando un gran trecho[30] por el campo. Mientras intentaba levantarse decía:

–No huyáis, gente cobarde, que estoy aquí tendido por culpa de mi caballo.

Uno de los mozos de mulas, cansado de oír tantos insultos, se acercó a él, rompió la lanza en pedazos y le dio tal paliza que ya no le fue posible levantarse de lo dolorido que tenía todo el cuerpo.

Capítulo V

Don Quijote regresa a su aldea

En esta situación se encontraba cuando pasó por allí un labrador de su mismo pueblo y vecino suyo, que viéndolo tirado en el suelo paró a ayudarlo. El labrador le descubrió la cara, se la limpió, que la tenía cubierta de polvo, y al reconocerlo le dijo:

–Señor Quijana ―que así se debía de llamar él antes de perder el juicio[31] y hacerse caballero andante―, ¿quién ha puesto a vuestra merced de este modo?

Pero él seguía en sus pensamientos y no contestó nada. El labrador lo levantó del suelo y lo subió sobre su asno. Recogió las armas, las puso sobre Rocinante y se dirigió hacia su pueblo. En el camino, don Quijote llamaba al labrador Rodrigo de Narváez o Marqués de Mantua, confundiéndolo con estos personajes de los libros que había leído, y él mismo decía ser unas veces Valdovinos, y otras, Abindarráez.

Al oír estas locuras, dijo el labrador:

–Mire, señor, que yo no soy don Rodrigo de Narváez ni el Marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra merced es Valdovinos ni Abindarráez, sino el honrado señor Quijana.

–Yo sé quién soy ―respondió don Quijote― y sé que puedo ser no solo los que he dicho sino los doce Pares de Francia[32], pues todas sus hazañas las puedo yo superar.

Llegaron al pueblo cuando ya anochecía y entraron en la casa de don Quijote, donde se encontraban el cura, Pero Pérez, y el barbero, maese[33] Nicolás, que eran buenos amigos de don Quijote.

Los dos, junto con la sobrina y el ama, discutían sobre la ausencia de su amo y sus malas lecturas, que le habían hecho perder el juicio.

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