Размер шрифта
-
+

Хитроумный идальго Дон Кихот Ламанчский / Don Quijote de la Mancha - стр. 17

–Has de saber, amigo Sancho ―dijo don Quijote―, que la vida de los caballeros andantes es mil veces peligrosa y desgraciada, como lo demuestra la experiencia. Así que haz un esfuerzo, que lo mismo haré yo. Veamos cómo está Rocinante, que también ha recibido sus golpes.

–Lo raro es que mi asno se haya librado, estando nosotros con las costillas[61] rotas ―dijo Sancho.

–Siempre la ventura deja una puerta abierta en las desgracias para remediarlas ―dijo don Quijote―. Lo digo porque este asno podrá llevarme ahora a algún castillo donde pueda curar mis heridas. Y no lo tendré como deshonra, que las heridas que se reciben en las batallas antes dan honra que la quitan; así que, Panza amigo, levántate lo mejor que puedas y ponme encima de tu asno, que nos vamos de aquí antes de que la noche nos sorprenda en este descampado[62].

–Pues yo he oído decir a vuestra merced ―dijo Sancho― que es de caballeros andantes dormir en los desiertos, y que lo consideran una suerte.

–Eso es ―dijo don Quijote― cuando no pueden más o cuando están enamorados. Es verdad que ha habido caballeros que han estado sobre una piedra, al sol y a la sombra, soportando la lluvia o la nieve durante mucho tiempo, hasta dos años sin que lo supiera su señora. Pero dejemos esto y acaba de preparar el asno antes de que suceda otra desgracia, como a Rocinante.

Finalmente, Sancho colocó a don Quijote atravesado sobre su asno y se pusieron otra vez en marcha. Al poco rato descubrieron lo que para Sancho era una venta y para don Quijote, un castillo. El escudero no quiso discutir si era venta o castillo y entró en la que él creía venta.

Capítulo XIII

Lo que sucedió en la venta

El ventero, al ver a don Quijote atravesado en el asno, preguntó a Sancho qué le pasaba. Respondió Sancho que su amo se había caído desde una roca y se había golpeado las costillas. Tenía el ventero una mujer y una hija de muy buen ver[63].

Había en la venta una moza asturiana, ancha de cara, de nariz chata, tuerta de un ojo y no muy sana del otro. Pero tenía un cuerpo que hacía olvidar las demás faltas. Entre la hija del ventero y Maritornes, que así se llamaba la asturiana, arreglaron una cama a don Quijote, poniendo un colchón, duro como una piedra, sobre unas tablas y dos sábanas hechas de tela de saco.

En misma habitación, tenía su cama un arriero que había llegado a pasar la noche.

En esta pobre cama se acostó don Quijote, entre la ventera y su hija lo curaron. La ventera, al ver los cardenales[64], dijo que aquello parecían golpes y no caída.

Страница 17